sábado, 19 de abril de 2014

Juan Gómez Macías, obrero y califa de San Roque



El pasado 30 de agosto tuvo lugar el recital poético en honor al gran Juan Gómez Macías organizado por Izquierda Unida de Algeciras. Participamos amigas y amigos de distintas regiones del globo y el alma: Esteban Gallego, Antonio Pérez Girón, Francisco Muñoz Guerrero, Andrés Vázquez de Sola, Juan Galiardo, Ismael Cabezas, Félix Grande, Francisca Aguirre, Juan Luis Delgado...  

Basé mis palabras en el siguiente texto que hoy quiero compartir con todos, y cerré mi intervención recitando un poema precioso del poeta Carlos Álvarez, al que admiro.


JUAN GÓMEZ MACÍAS, OBRERO Y CALIFA DE SAN ROQUE

Rubén Pérez Trujillano

Si se le busca, dar con él será imposible porque acostumbra a refugiarse en un pedazo de tierra que la Atlántida dejó al desnudo desde que él la conquistara. Son unos dominios de los que sólo Mari Carmen, la Estrella de su vida, puede dar testimonio. “Ha dejado abiertas de par en par ventanas y más ventanas. En ocasiones se le ve desnudo”. Algunos hemos sentido una curiosidad desmedida ante semejante halo de misterio, arribando a la descorazonadora conclusión de que Juan Gómez Macías, tras encallar, ha escalado a la cima de una geografía que se localiza, se piensa y se siente con un idioma propio, especialísimo.

Una vez creí verle entre remolinos de agua, marineando el tiempo y otras leyendas. Hacía como si no cantara las coplas que, de niño, le ayudaron a varear la escarcha de los olivos. Al divisar mi perfil en la ribera del mar, dirigió hacia mí las velas de su barcaza. Tirados en la arena, volvió a recordarme que la observancia de ciertas leyes de la geometría y el ritmo a la hora de edificar patios, plazoletas, alcobas y techumbres, es imprescindible para que la construcción de un pueblo no pierda su carácter de realidad. 
Si se le busca –insisto– dar con él será imposible. Mas estará en los momentos cruciales sin necesidad de bengalas.
Después de tratarlo en lo personal y estudiarlo como se estudia un monumento a la autenticidad y a la moralidad, no estoy en condiciones de aseverar más que su vida entera ha estado consagrada a la exploración colorística. Así en los paisajes y en las personas. En la palabra y en el lienzo. En el tajo y en la calle. Se analiza mirando porque sólo así pueden sedimentar las cosas perennes en el latido sin freno del corazón. Sí, plausiblemente, Juan Gómez Macías sea artista total a fuerza de hombre.
Cumplió una misión que la historia, solo ella y toda ella, le asignó en San Roque. Aunque ahora la torpedeen los submarinos más terribles –unos submarinos que, pese a lo que creíamos, vienen sin bandera–, siempre quedará en la memoria de San Roque, y en la de su Campo, su obra policromática y panorámica. No de otro modo puede entenderse su participación en la Delegación Municipal de Cultura y luego la Fundación Luis Ortega Brú. Una obra, dicho sea de paso, por la que Antonio Gamoneda lo nombró “califa” en un paseo nocturno. En mi condición primorosa de sobrino que se ha saltado las veredillas de la sangre, he de añadir que Juan Gómez Macías es el obrero que se construyó califa a medida que trillaba entre una selecta minoría de valores artísticos e intelectuales. De mi llegada a él por estos conductos, quisiera reconocer que a los poetas jóvenes sólo nos dio una orden, dentro de la potestas y la auctoritas que se le había conferido. “¡En pie, en pie todos! Llega el crepúsculo”.


EN LA TABERNA
Carlos Álvarez

Pero a veces las cosas no resultan tan claras.
Abandono las calles del centro, y las afueras
me acogen con su clima de misterio
y el tenue parpadeo de sus luces escasas,
y entonces, ante un vaso,
con los amigos viejos y los amigos nuevos,
en la tasca del barrio, cuando muere el crepúsculo
y el vino más barato nos inunda de besos,
(huésped agradecido de los labios
pero que quiere ver, como hermano indiscreto,
la sombra más oculta
y el rincón más lejano del corazón despierto)
entonces, ante un vaso, me embriagan las palabras
de los amigos viejos y los amigos nuevos:
- De acuerdo estoy en todo lo que dices…
- Estamos convencidos, compañero…
- Lo que piensas, muchacho, es muy hermoso…
- El momento, verás, ya no está lejos…
Y cuando, ya borracho de escuchar los abrazos,
y de apretar palabras, y de beber ensueños,
abandono a los míos y me lanzo a la noche
ya no sé si dormido, ya no sé si despierto,
las cosas me resultan cada vez menos claras…
Porque si bien es cierto que es muy fácil
encontrar la palabra donde estamos de acuerdo,
el hambre no se cansa de andar por nuestras calles,
y continúa el barro, y el hastío, y el miedo.

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